Reflexión Mateo 12,38-42


En el evangelio de hoy, escuchamos como los escribas y fariseos le piden a Jesús que les haga un signo. Ellos le piden este signo para que puedan creer en él. Ciertamente, la  petición de ellos es solamente para probar a Jesús y no para creer en él. Por eso, Jesús no les muestra el milagro que ellos le piden. Para Jesús, su presencia en este mundo ya es un signo. Y para creer ciertamente no necesitan de un signo. Lo que necesitamos es tener el corazón abierto y dispuesto para entregárselo a Dios; además debemos tener la humildad para escuchar y sentir su presencia en nuestra vida.
Hasta ahora, Jesús aun está obrando y presentándose en este mundo y en nuestras vidas. El se presenta y se revela a través de varias experiencias, a través de la naturaleza, a través de las personas y la revelación en nuestra mente. Donde hay bondad, allí está Dios presente. Nosotros como seres humanos estamos obligados a seguir creyendo y seguir abriendo nuestro corazón y nuestra mente a Dios, para que finalmente nos llenemos de la felicidad eterna con él.  En nuestra experiencia de cada día, debemos escuchar a Dios para saber que quiere de nosotros y no escuchar lo que nosotros queremos.
A veces no nos damos cuenta de que Dios ha entrado en nuestras vidas. Todavía estamos esperando una señal y milagro en nuestras vidas para creer y para entregarnos totalmente a Dios. Que la palabra de Jesús nos haga creer en Dios y en Jesús ahora y siempre por los siglos de los siglos.