lunes, 19 de julio de 2010

Acoger Jesús con la oración y la obra






Cada región y lugar, tiene tradiciones distintas para acoger y recibir a los invitados. Algunos lugares como en Indonesia los reciben con un baile. Algunos los acogen con las banderas en la calle, otros los reciben con una flor que se usa alrededor del cuello. Algunos como en Chile los reciben con un brazo gigante. Y por lo general, hay mucha gente que está preocupada de preparar estos recibimientos. Algunos preparan el salón, las sillas y las mesas. Mientras en la cocina, las madres preparan los platos, los vasos, la comida y la bebida.
Es hermoso es el ambiente festivo y de acogida que se da y el recibimiento muestra la preocupación por los invitados que vendrán. Por lo general, las fiestas de acogida cuando es para alguien importante como un ministro tiene diferentes invitados, se invita a un gobernador o hasta el presidente. Es tan importante que se sacrifica algún animal como un cordero, cuando viene un gobernador se mata una vaca y si es que viene el presidente se van a matar una vaca y un búfalo. Cuando llegué por primera vez en esta parroquia, me dieron una recepción muy acogedora, hubo una misa y luego se compartió una torta para todos los que estuvimos en la misa, se compartió en la oscuridad de la noche y la luz de las velas tenues debido a que se había cortado la luz.
Diversas formas y ambientes de acogida quieren expresar el punto de partida del sentido de la hospitalidad, del afecto, el amor y la atención a los invitados que se acogen. La Primera lectura y el Evangelio de hoy hablan del ambiente de la hospitalidad, el afecto y la atención al recibir a una persona o al tener un grupo de invitados. La primera lectura nos narra cómo Abraham recibió y acogió a los invitados que llegaron a su tienda con gran hospitalidad, amor y atención. Con mucho cariño, él pidió que se les preparara a los invitados lo mejor que tuvieran. Trató de dar lo mejor para la gran mayoría de sus invitados.
Esta situación era casi la misma que sucedió en la casa de Marta y María que escuchamos en el evangelio. Acogieron a Jesús con gran compasión y con mucho cariño. No debemos comparar entre Marta y María quien fue más acogedora. Para mí, lo han hecho las dos muy bien, cada una respondió de la mejor manera. Marta recibió a Jesús con un amor maternal y sirviendo como ella lo sabía hacer, su servicio fue el preparar las diferentes comidas y bebidas. Lo mismo ocurre con María. Con la gracia de la humildad, de rodillas a los pies de Jesús, ella escucha lo que Jesús enseñaba y predicaba.
El espíritu que se presenta en la casa de Marta y María también debe ser la base de nuestro espíritu de acogida y para que los cristianos acepten a Jesús en sus corazones. Sirviendo con cariño, sinceridad, humildad y apertura de corazón se escucha la voluntad de Dios, la oración debe ser el modo y espíritu de cada uno de nosotros que hemos aceptado a Jesús. En otras palabras, tenemos que tener el ánima de la vida de ora et labora (reza y trabaja). Estas deben ser las características en nuestras vidas como seguidores de Jesús. No podemos vivir solamente con la oración, ni tampoco podemos vivir solamente de trabajar. El Rezar y trabajar tienen que hacerse juntos.
En un nivel más profundo, como cristianos, debemos aprender a apreciar la vida y nuestro trabajo con la oración. Debemos aprender también cómo podemos hacer que nuestras oraciones sean obras y servicios que vivan en este mundo. La oración y el trabajo deben ir de la mano. Los que rezan con diligencia, deben perseverar en el trabajo. Los que perseveran en el trabajo deben ser perseverantes en la oración.
Para mí, esa es la mejor manera de acoger y aceptar a Jesús, es decir, en la oración y en nuestro trabajo, en la aplicación de la gracia concedida a cada uno de nosotros con cariño. Esa es también la esperanza y el anhelo que tuve y que me hice en mi vida sacerdotal. Mi anhelo más profundo como sacerdote es que pueda amar a Jesús con fidelidad y servir a los pueblos que se me han confiado hasta el final y quiero morir como sacerdote y entonces poder ver a todos los que viven en la alegría del cielo.

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