domingo, 11 de julio de 2010

Vivir como hermano y prójimo para todos

Cada día, experimentamos muchos encuentros con los demás. No nos reunimos solamente con las personas que conocemos, también nos reunimos con las personas que no conocemos. Ya que cuando vamos en la micro o en el metro hay mucha gente que no conocemos, cuando nos vamos a la feria y cuando estamos caminando por la calle. Muchas veces no saludamos y vamos en silencio. Hacemos eso no porque solamente no conozcamos, sino porque no queremos salir de donde nosotros mismo estamos, no queremos abrir nuestra mente y nuestro corazón.
La narración del samaritano que escuchamos hoy nos da una descripción muy clara sobre cómo debemos mirar y pensar en nuestro prójimo. Jesús cambia la forma de pensar del doctor de la Ley: de la pregunta quién es mi prójimo a la pregunta soy prójimo para quién. Jesús nos muestra que todos nosotros somos prójimos y además hermanos. Somos el mismo hombre que vive en esta tierra. Somos prójimo de todos los hombres que respiran del mismo aire y que comen de la misma tierra, que beben de la misma agua de esta tierra. En otras palabras, según Jesús no es importante quien es nuestro prójimo, ya que aquellos que son ricos o pobres, sean aquellos hermanos de sangre o no, sean aquellos de la misma región o no, o aquellos que no tienen el mismo país. Todo eso no es importante. Lo más importante para Jesús: es que nosotros vivamos como hermanos y seamos prójimo para los demás.
La actitud que se presenta del sacerdote y el levita nos muestra un fracaso en la vida como prójimo para su prójimo y su hermano. El sacerdote en esta narración no le ayuda porque se dice inmundo y el levita tampoco porque teme amenazar su seguridad. Ellos convierten las razones santas y la seguridad para pasar el sentido base de que todos los hombres son hermanos y prójimos para otros.
Vivir como prójimo y hermano no se limita por las divisiones que obstaculizan la fraternidad. En cambio, debemos crear espacios sin obstáculos donde podamos sentarnos juntos, donde podamos compartir juntos, donde podamos saludarnos y hablarnos, donde podamos hacer que aquellos que están débiles se vuelvan fuertes, aquellos que sean pobres sientan la abundancia, aquellos que tienen dolor y están sufriendo reciban la fuerza y el consuelo de nuestra presencia como hermano y prójimo. Vivir como eso es vivir, pensar y sentir lo mismo.
El fin de semana atrás, los jóvenes y yo fuimos de retiro a Punta de Tralca, y juntos con los jóvenes de toda la arquidiócesis (CERCA DE 450 JOVENES) nos reunimos para reflexionar y orar por la por una tierra de hermanos. El retiro fue muy interesante. En este retiro, nos invitaron a crear conciencia de que nosotros mismo somos peregrinos en esta tierra de hermanos. También nos invitaron para que vivamos con confianza en nuestra fe y vivamos como hermanos que tenemos una tierra tan hermosa. Yo me encontré con un hermano Taizé , compatriota de Indonesia ( la comunidad de Taizé es ecuménica y ora por la paz y la unión del mundo a través del canto y el silencio, está ubicada en el pueblo de Taizé en Francia, por eso su nombre),. Yo no me imaginé encontrarme con él. Estaba muy contento no solo porque me encontré con un hermano de Indonesia, sino porque yo pude sentir a los jóvenes como mis hermanos, aunque no los conocía a todos personalmente.
Somos hermanos y prójimos para todos; no solamente para aquellos que conocemos personalmente, también lo somos con cada persona que reunimos. Nuestro prójimo no está lejos de nosotros. Ellos están muy cerca. ¿Por qué debemos ayudar a aquellos que están cerca de nosotros? Porque El Señor y su palabra también está cerca de nosotros. El Señor nos habla muy concretamente y se nos presenta a través de nuestra experiencia de cada día. Como dice la primera lectura: “la palabra de Dios está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques.” Que podamos hacerla y vivirla como hermanos ahora y siempre por los siglos de los siglos.

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